
MADRES SOLTERAS
Ser mamá soltera ya no es un pecado, como en el pasado. Sin embargo, es necesario buscar asesoría profesional para que el menor crezca en un ambiente sano y sin ningún tipo de falencias por la ausencia del padre.
En el mundo existen madres solteras por elección: aquellas que deciden tener un hijo cuando el reloj biológico se empieza a cerrar y la pareja no llega. O las que deciden separarse de su pareja porque la relación no funcionó.
Pero también existen las madres solteras abandonadas: mujeres que fueron rechazadas por el hombre.
Es el caso de Lucía: un atraso en la menstruación era la única prueba que ella tenía sobre su posible embarazo. Tenía 23 años. Habían pasado dos meses desde su última relación sexual. El hombre con el que había estado era publicista, dueño de una multinacional colombiana. Se habían conocido en un bar y allí mismo él le había dado su número telefónico, porque a ella sus padres no le permitían recibir llamadas. Los encuentros con Carlos, aquel hombre, eran a escondidas, porque la familia de Lucía era tan conservadora que no permitía que tuviera amigos y mucho menos novio.
Un día se levantó dispuesta a realizarse la prueba de embarazo. El resultado: positivo. Por su cabeza empezaron a pasar varias ideas, entre ellas: abortar, irse de su casa o suicidarse. Pero ninguna idea la convenció. Así que decidió encerrarse en su habitación.
Los síntomas no dieron espera: agrieras, vómito y le cogió fastidio al sonido del balero o coca, con el que jugaban sus hermanas. Una de ellas se percató del asunto y les contó a sus dos hermanos mayores. Ellos, decepcionados de Lucía, la obligaron a ir a la droguería de los vecinos de su casa, donde abortaría. Sin pensarlo, en ese lugar, Lucía encontró las personas que salvarían la vida de su bebé. Los dueños de ese establecimiento le dijeron que no matara una vida. A esto se sumó lo que ella estaba sintiendo: “el bebé que estaba en mi barriga me daba compañía y calor. Era lo que necesitaba en ese momento”, relata con dulzura.
Decidió afrontar la situación. Su padre la sacó de la casa con una cachetada y unas palabras fuertes: “Váyase y aborte, o cuando lo tenga, regale a ese muchachito”.
Desde ese momento empezó el calvario de Lucía. Ella fue a buscar al padre de su hijo, pero nunca apareció. Le dijeron que había viajado a Estados Unidos. Así que le pidió hospedaje a su hermana mayor. Mientras crecía ese ser en su barriga, ella trataba de alimentarse sanamente. Pero nunca tuvo la posibilidad económica de realizarse los exámenes gestacionales ni las ecografías. Como tampoco contó con dinero para tener su parto en una clínica privada. Así que le tocó en el hospital público de su ciudad, en el cual le cobraron, pero como no tenía dinero, pagó donando sangre. Quince días después del nacimiento de la pequeña, los padres de Lucía la recibieron en su casa. Hoy, 22 años después, el abuelo ama a la nieta, y los tíos son la figura paternal. Lucía es un ejemplo para su familia, por la valentía y las batallas superadas.
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